FOTOGRAFÍAS: FERNANDO FRADEJAS

«Por las calles, corros, plazas y rúas el Pardal con su corneta, los Tapetanes con sus tambores y la voz pública, acompañados todos ellos por la Banda del Cristo de la Clemencia, han convocado a los riosecanos al pregón, anunciando que la Semana Santa, nuestra Semana Mayor, va a comenzar». Así arrancó el pregón de Semana Santa del que fuera acalde de la ciudad Artemio Domínguez.

«Me conmueve estar aquí, en esta majestuosa iglesia de Santa María, con su espectacular retablo a mis espaldas, al lado de la capilla de los Benavente, a la que Eugenio D’Ors se refirió como la capilla Sixtina de Castilla, junto a mi querido paso del Santo Cristo de la Paz, a quien me encomiendo para tener fuerza, y poder expresar las palabras que brotan de mi corazón, y muy cerca de mi Santo Cristo de los Afligidos. Y también de La Piedad, del Santo Sepulcro y de La Soledad», señaló.

Domínguez quiso dedicar el pregón a «aquellos que se fueron y que nos han dejado esta huella imborrable, a quienes nos han transmitido esta inmensa herencia, su mejor legado: la gran Semana Santa». Y muy especialmente al Cardenal Fray Carlos Amigo, «que está ya en ese balcón celestial, en primera fila, junto a su Jesús Atado a la Columna, su querido Ceomico, y desde allí nos protege a todos, y nos recuerda lo que tantas veces le escuché sobre nuestra Semana Santa, que los tres pilares que la sustentan son: la ge, la familia y la tradición».

Tras recorrer su trayectoria vital desde su nacimiento en Morales de Campos y su posterior vinculación con Medina de Rioseco, en donde estableció su residencia en 1980, expresó su agradecimiento a sus hermanos del Santo Cristo de la Paz y Santo Cristo de los Afligidos por darle la oportunidad de «pertenecer a la hermandad que siempre deseé, y de poder vivir momentos íntimos y personales que marcaron mis vivencias semanasanteras».

El pregonero recordó la importancia de la Semana Santa como creadora de orgullo de identidad. «Cautiva a los sentidos y emociona al producir una experiencia colectiva, donde su Pasión resulta ser un hecho social total». Porque Medina de Rioseco es ese lugar «en donde cada año «se produce un fenómeno de afirmación colectiva, donde se adquieren destrezas, se acumulan conocimientos, se ejecutan ritos, donde durante siglos se ha ido depositando esa maravillosa herencia del pasado».

La Semana Santa resulta ser «un compendio de sentimientos religiosos, con atractivo antropológico, histórico-artístico, cultural, patrimonial y turístico. Donde lo esencial ni se toca ni se altera, sino que se potencia, se conserva, se mima…donde lo esencial se vive. Donde la Semana Santa ha creado un lenguaje propio, con palabras como pardal, tapetán, muñidor, vara, banderín, poso, cadena, encerrado, palote…». Asimismo, en la Ciudad de los Almirantes, «la Semana Santa es tiempo de miradas, de abrazos, de lágrimas».

Tuvo palabra de recuerdo para las dos Semanas Santas de la pandemia. «Años en los que nuestros pasos no pudieron salir a la calle ni tener las vivencias tan esperadas por todos los cofrades en estos días Santos. Durante la pandemia los balcones fueron espacios de comunicación, espacios de encuentros entre vecinos, espacios donde se generaba cohesión social, espacios donde se expresaban gestos llenos de sentimientos».

Un año más «todo está preparado porque todo está listo para que todo comience. Ya esperan los pasos y Rioseco vuelve a ser escenario de hermandad, de amistad, de tradición». «Rioseco, como la tradición ordena, acepta la petición de nuestro Cardenal, y esta histórica y hermosa ciudad es ya una gran casa con todas sus puertas abiertas de par en par, que es lo mismo que decir: Ya están abiertos todos los corazones de las riosecanas y los riosecanos. Dejadme ejercer, por un momento, de Cadena de todos los riosecanos y que os grite: ¡Rioseco, Oido! Es ya Semana Santa en la Muy Noble y muy Leal Ciudad de los Almirantes.

El pregón de Artemio Domínguez fue el colofón a un intenso Sábado de Pasión, que contó en la mañana con el traslado de pasos desde la iglesia Museo de Santa Cruz hasta Santa María y Santiago.