Este tipo de producto es una de las últimas modas en el mundo de la pastelería
El repetido aforismo culinario de que “la comida entra por los ojos” alcanza máximos en el mundo de la pastelería. Y cuando hablamos de las tartas fondant llega el paroxismo.
Un iglú con pingüinos o Elsa de ‘Frozen’, tienen como elemento común la nieve o el frío. Puede que a simple vista tengan poco más que ver, pero por dentro están hechos de lo mismo: bizcocho, mantequilla, colorante y mucho, muchísimo azúcar. No son más que tartas perfectamente esculpidas en la forma que cada cliente elija. Las tartas fondant son la última moda pastelera, y en Medina de Rioseco y los pueblos de alrededor están entrando con fuerza. Solo hace falta un poco de imaginación para pensar un modelo, sacar el monedero y esperar unos días. Esculpir una tarta de estas características puede llevar un par de jornadas de trabajo.
Angelica del Barrio y Nieves de Prado son dos vecinas de la zona que han hecho hueco en sus cocinas desde hace unos pocos años a este tipo de pastelería de origen anglosajón.
Su atractiva decoración llamó la atención de Nieves de Prado cuando paseaba por las calles de Madrid en 2014. “En el escaparate de una pastelería pude ver una de estas tartas, y entré a preguntar, una vez dentro, me dijeron que su precio era de 800 euros”, explica la riosecana. Allí, “me explicaron cómo se elaboraban y qué materiales eran necesarios para su elaboración”. Y por casualidad, “poco después me tope con un establecimiento en el que vendían los productos para realizar estas creaciones; compre cuatro colores básicos de fondant , uno blanco y varios tientes”. Así empezó todo, “de forma autodidacta” y sin experiencia en esta área, si bien “participé durante cuatro años en un curso de pastelería”.
La aventura de Angelica del Barrio con el fondant, esa pasta laminada a base de agua y azúcar empleada como recubrimiento, comenzó en 2011. “Quería hacer una tarta especial para el cumpleaños de mi hija”, comenta. En aquel momento, “su personaje favorito era Bob Esponja, y quería que apareciera”. Así pues, “comencé a investigar en Internet y cómo no sabía dónde comprar el fondant, lo elaboré yo misma derritiendo las nubes dulces en el microondas para después añadir azúcar glass y así crear la masa”.
Tras esta experiencia del Barrio no volvió a hacer ninguna de estas tartas hasta un año más tarde. En un puesto del mercado medieval de Montealegre de Campos “vi unas galletas con fondant; no dudé en preguntar y me hablaron de una tienda en Valladolid que vendía todo lo que necesitaba para su elaboración”.
Desde entonces, estas dos aficionadas al mundo de la pastelería no han parado de hacer este tipo de tartas para las celebraciones de amigos y familiares. “Lo más difícil es dar con la idea”, comenta Nieves de Prado. Normalmente, “elijo un tema en relación a los gustos de la persona, y desde este punto comienzo a trabajar”. Angelica del Barrio reconoce “buscar referencias en Internet sobre personajes o temáticas”.
Después, llega el momento de ponerse el delantal y comenzar a trabajar. “El primer paso es hacer las figuras que van en pie y sus elementos”, dice del Barrio. “Las cabezas es lo más complicado de llevar a cabo, por eso es mejor comenzar por ellas para seguir con los cuerpos y finalizar con las manos”. Para que las estructuras se mantengan “utilizo palillos y sobre todo espaguetis”.
Muchas horas de trabajo
Una de las complicaciones que se añaden a esta tarea –una de estas tartas puede realizarse en unas 15 o 20 horas- es que “la masa se mueve, y con el calor aún más”, dice Angelica del Barrio. Como truco, Nieves de Prado tiene en su mesa de trabajo “un balde con agua fría y hielos, para que refrescar las manos, luego secarlas y seguir con el moldeado”.
Finalmente, “cuando se acerca la fecha de entrega realizo la base de bizcocho”, apunta del Barrio.
Como resultado, estas tartas se convierten en pequeñas obras de arte comestibles. Si bien “son muy dulces, por lo que su sabor no gusta a todos”, afirma Nieves de Prado. Eso sí, el resultado es tan bueno que “cuando la persona para la que se ha hecho la tarta ve el resultado se sorprende mucho”, dice Angelica del Barrio. Y es que una de las mayores satisfacciones es ver la expresión de niños y mayores, añade”.
Para de Prado, “lo mejor es meterme en mi pequeño obrador, disfrutar con la creación de la carta y evadirme de todo”.
Un hobby del que cada vez más vecinos saben gracias a su buen hacer. Si bien, cualquiera que se acerque a una pastelería a por una de estas tartas descubrirá que es un producto caro, “ya que se tarda mucho en su realización y se cobra por horas”, comenta del Barrio.