La estrategia articula un sistema de riesgo gradual por colores que evite repuntes cíclicos de plagas
Mañana, 9 de febrero, entra en vigor la nueva estrategia aprobada por la Consejería de Agricultura y Ganadería de Castilla y León para frenar posibles plagas de topillos en la Comunidad, que recoge medidas preventivas de gestión que van de las buenas prácticas voluntarias a las fitosanitarias obligatorias.
El boletín oficial de Castilla y León, el Bocyl, publica hoy la orden que articula esa estrategia, aprobada en Consejo de Gobierno el pasado 31 de enero, y que plantea Tierra de Campos como una de las zonas de la Comunidad más afectadas, junto a las comarcas agrarias de Pisuerga, en la provincia de Burgos, Esla-Campos y Sahagún (León), Campos (Palencia) y Campos-Pan (Zamora) sin perjuicio de que puedan ampliarse a propuesta de la Comisión de Roedores y Otros Vertebrados y que se distinguirán según el tipo de parcela.
La estrategia articula un sistema de riesgo gradual por colores que evite los repuntes cíclicos de plagas de topillos en la Comunidad y que contará con la ayuda además del «agricultor colaborador».
Es una estrategia preventiva, que conjuga medidas de manejo agrario con el respeto al medioambiente, para evitar esas plagas que se dan cada cinco, seis o siete años en la Comunidad, y para lo que cuentan con la figura del agricultor colaborador, que alertan y ayudan a la detección temprana y a aplicar determinadas prácticas.
Incluye un sistema de niveles de riesgo de topillos que se articula en colores, que van de menor a mayor peligro del verde al rojo, pasando por el amarillo y el naranja, en función de las poblaciones detectadas, los cultivos y entorno, y las medidas que hay que aplicar en cada estadillo. La estrategia incluye además un régimen sancionador, que es acorde a la ley de sanidad vegetal, que va desde simples apercibimientos a multas de entre trescientos y tres millones de euros, en los casos en los que la acción sea muy grave y haya podido dar lugar a que la plaga se extienda.
Las medidas van desde las buenas prácticas voluntarias, para minimizar el riesgo en los cultivos, a las fitosanitarias obligatorias cuando se alanza el nivel naranja o rojo en el riesgo de topillos.
En cuanto a esas buenas prácticas voluntarias se articulan en tres tipos de actuaciones para potenciar el control biológico a través del uso de cajas nido; las de manejo de recintos y parcelas agrícolas mediante remoción del terreno, descompactando la tierra o dejando el rastrojo con la mejor altura posible; o actuando sobre las vías de dispersión limpiando la cubiertas vegetales, linderos, caminos o regatos.
Cuando el nivel de riesgo ya es alto, las actuaciones fitosanitarias son obligatorias y además de las buenas prácticas anteriores contemplan la emisión de recomendaciones básicas de manejo agrario a los titulares de parcelas afectadas; prácticas de cultivo limitantes para el desarrollo de poblaciones de topillo campesino; y limpieza de la cubierta vegetal en cunetas, lindes, regatos o desagües adyacentes a las parcelas.
Pero también el levantamiento de las parcelas abandonadas de cultivo, perdidos, barbechos, praderas, alfalfas y otros herbáceos plurianuales; el arado profundo de los rastrojos; y el control biológico mediante el fomento de los depredadores naturales a través de la instalación de cajas nido.
Asimismo se prevé la utilización de sistemas de trampeo así como, «si otras medidas no dan resultado y la situación es de riesgo de plaga», de productos rodenticidas autorizados y registrados.
La estrategia concreta los tipos de actuaciones a desarrollar como la monitorización y vigilancia del estado de situación y evolución de las poblaciones de topillo campesino; la implementación de un sistema de transferencia de información entre los agentes implicados; la puesta en marcha de un plan de formación y sensibilización; o la investigación en nuevas alternativas aplicables a la gestión integrada del topillo campesino.